En entrevista con Óscar Astorga, miembro del Comité de Chileprunes y administrador general de Superfruit, el experto analiza el estado actual de los campos y huertos cirueleros, en un momento clave en que la nueva temporada apenas comienza su ciclo. También aborda las oportunidades y desafíos del sector.

Mientras los campos de ciruelos en el país inician sus tradicionales podas invernales —una labor que se extiende por cerca de tres meses—, ya se están desarrollando conversaciones cruciales en torno a lo que será la temporada 2025-2026.

Astorga, quien lidera la gestión de un predio de 540 hectáreas, anticipa que este invierno estará marcado por dos grandes temas: el monitoreo de las horas frío y el creciente interés por el uso de cianamida hidrogenada, además de un cambio en la dinámica laboral con la llegada de contratistas provenientes del sector cerecero.

“Muchas veces no se valora el invierno como se debiera, pero la experiencia de hace dos temporadas nos demostró lo determinante que puede ser”, afirma Astorga, recordando la escasez de porciones frío registrada en la temporada 2022-2023, que derivó en una brotación y floración desuniformes, afectando la calidad del fruto y su conversión.

Actualmente, los registros de porciones frío se sitúan por debajo de lo observado el año anterior, lo que ha incrementado el interés por herramientas como la cianamida hidrogenada. Este producto, ampliamente utilizado en la fruticultura, permite romper la dormancia e inducir una brotación más pareja y controlada.

“Hace dos semanas nadie hablaba de la cianamida, pero hoy todos consultan por su aplicación y concentración. Es una herramienta útil cuando faltan horas frío, ya que mejora la respuesta fisiológica de la planta”, explica. Aunque su aplicación se concentra entre la primera y segunda semana de julio, varios productores ya han comenzado a adquirirla, pese a que el invierno oficialmente comienza el 20 de junio.

El periodo invernal también contempla la aplicación de herbicidas de suelo activo y tratamientos preventivos contra enfermedades de la madera, tareas que cada campo ajusta según su estrategia productiva.

 

Migración laboral y nuevas oportunidades

En paralelo, se ha observado un inusual movimiento laboral: contratistas agrícolas provenientes del rubro de la cereza están migrando hacia los ciruelos, impulsados por la baja rentabilidad que dejó la última temporada de la cereza.

“Prestadores de servicios de zonas como Santa Cruz o Chimbarongo, que antes trabajaban exclusivamente en cerezos, hoy buscan nuevas oportunidades en los ciruelos. Para nosotros es una señal positiva, ya que asegura mano de obra calificada para las podas”, comenta Astorga.

La poda es una labor que requiere experiencia, precisión y continuidad, por lo que se ha transformado en un polo de atracción para contratistas, gracias a la mayor duración del trabajo. “Un buen podador de cerezos puede adaptarse perfectamente a los ciruelos. Aunque las remuneraciones son menores, el período laboral más extenso es un incentivo clave”, destaca.

Con la mirada puesta en el comportamiento del invierno, la industria del ciruelo se prepara con antelación, combinando conocimiento técnico, decisiones oportunas y adaptaciones en la gestión del recurso humano.

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